Una y Mil.

Miro el paquete de cigarrillos y no entiendo por qué hay dos si recién había seis. Pienso en qué escribir mientras me mezo en mi sillón de base curva sin parar. Mi gato me mira como si quisiera ser amado. La computadora me señala con cada pixel puntiagudo. Mis ojos se alinean para poder enfocar. Los codos se acalambran mientras escribo sin parar. Música para mecer. Vino del fácil y, hasta recién, seis cigarrillos. Intento ser una con mis pensamientos pero me divido en mil. No termino de escuchar a ninguna pero todas las mil quieren escribir. Desde los parlantes un órgano me silva sin melodía y se mete por mis muñecas y me acaricia por dentro. Llega a los codos y sigue hasta la parte más profunda de la axila. Viaja hasta el pecho y baja como humo por la tráquea. Ahí en ese lugar y en ese momento, explota moviendo de lado el corazon por unos instantes.

Logro ser una y leo lo que escribieron las mil.